El cementerio viejo de Ricote

Corría el año de 1884 y la Dirección de Beneficencia y Sanidad pasaba revista e inspección a todos los cementerios de la entonces provincia de Murcia. Estudiaban la cercanía a las poblaciones, dependencias, capilla, depósitos de cadáveres, osarios o condiciones higiénicas. Pocos cementerios, de los sesenta inspeccionados, pasaron el examen, por lo que se pedía su cierre y clausura, proponiendo la construcción de oros nuevos. Los que presentaban peores condiciones fueron los de Ricote, Ojós, Albudeite y Llano de Brujas.

Ese año de 1884 se iniciaba en Ricote con el fallecimiento de Antonio Álvarez Castellanos y Moreno, así como con la detención de siete vecinos por robo de leña en los montes del Estado. Las autoridades locales, conscientes de la insalubridad de su cementerio, se reunían en noviembre de 1884, siendo secretario José Vargas Yelo. El motivo era la elección de un lugar donde construir uno nuevo. Acudieron al Collado de la Arandas, inspeccionando el lugar conocido como Risca del Castillo, un espacio de unos 1500 metros cuadrados, con mucho declive y a sólo 300 metros de distancia de la población, por lo que el lugar fue desestimado.

Por ello se trasladaron al sitio denominado Rincón de las Cuatro Horas, en el Partido de Laris (Lais?), a casi 400 metros de Ricote, entre Saliente y Mediodía. Pero no satisfizo del todo a la comisión de sanidad. Continuaron visitando el sitio de Cerro de la Cara, pero el terreno era muy quebradizo.

El siguiente lugar visitado fue El Rife, a 1020 metros de la última casa del pueblo, con una extensión de 320 metros cuadrados, junto al camino de Mula, al Mediodía de Ricote. Aquí sí estuvieron de acuerdo en poder instalar el cementerio, firmando el acuerdo el alcalde, Antonio Guillamón Banegas; Pedro Moreno; Francisco Turpín; Félix Gómez; Zoilo Saorín; Damián Torrecillas; Gonzalo Álvarez Castellanos; Silvano Quesada; Juan A. Palazón; el médico José Mª Montesinos y el cura, Antonio Serrano Navarro.

Se convoca entonces al maestro alarife Julián Rosa Candel y a su hijo y ayudante, Esteban Rosa Turpín, para que hicieran un presupuesto de la cerca, cubierta para el depósito de cadáveres y práctica de autopsias, así como una casa para el sepulturero. El presupuesto se daba a conocer, definitivamente, en febrero de 1885. Está claro que las fiestas patronales habían paralizado el tema. Ese año se representaba la "Adoración de los Santos Reyes" y hubo música a base de guitarras, acordeón y castañuelas, no había para más.

El alarife pidió 3224,50 pesetas. Pero no hay dinero presupuestado y se llega al verano sin tomar ninguna decisión. Son mese en los que el cólera hace su aparición en Murcia, salvándose de la epidemia Ricote. Por ello contratan a la banda dirigida por Venancio Tomás Ruiz y un castillo de fuegos artificiales de la pirotecnia de Orihuela de Antonio Cánovas. Por supuesto, se sacó al santo patrono en procesiona, en agradecimiento por su protección. Sigue corriendo el tiempo y a fines de 1886 se sigue tratando el tema, si bien el alcalde era ahora Juan López Avilés y el secretario Pedro Montoya. Éstos piden al arquitecto Provincial, Justo Millán, que gestionara la construcción del cementerio.

Ricardo Montes Bernárdez

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